Monday, May 04, 2009

Vals con Bashir, o los laberintos de la memoria

English Abstract: comments on the extraordinary animated documentary "Waltz with Bashir"... looking for the lost memories of horror



"Cry 'Havoc!' and let slip the dogs of war"
Una jauría de perros de ojos fosforescentes recorre la ciudad. Son 26 perros. Tras sembrar el caos y el miedo de los transeuntes a su paso. Llegan a su destino, la oficina donde trabaja Boaz, a pedirle cuentas.

Boaz lleva teniendo esta pesadilla durante años. Cuando muchos años atrás servía en la guerra del Líbano, a Boaz no le apetecía matar a otros seres humanos. Así que sus superiores le adjudicaron otra tarea: cuando se acercaban a un poblado "enemigo", Boaz iba en vanguardia y se encargaba de matar a los perros del poblado con su fusil de mira telescópica antes de que se pusieran a ladrar y alertaran a sus dueños de la cercanía de tropas israelíes. Boaz recuerda el número exacto de perros a los que eliminó: 26

Ari, el amigo al que Boaz explica esto, también combatió en el Líbano, pero no recuerda nada de esa época. Absolutamente nada ¿Por qué lo ha olvidado todo?

A partir de esta anécdota, y en busca de sus propios recuerdos, Ari procede a entrevistar a veteranos del conflicto, a sabiendas de que que lo que pueda encontrar no será, precisamente, agradable. Pero tal vez menos agradable sea olvidar y que la historia se repita...

Un documental animado
Hablábamos en el anterior post de "Sita Sings the Blues" y las muchas maneras de entender la animación más allá del mainstream. "Vals con Bashir" es otro buen ejemplo del potencial del medio, que es mucho y no lo suficientemente explorado. En este caso en concreto, el director Ari Folman se planteó desde un principio realizar un documental animado, porque, según comentaba su director "rodarlo en imágenes “reales” no me convencía. ¿Qué habría sacado? Un hombre de cuarenta años entrevistado sobre fondo negro, contando historias de hace 25 años, sin una sola imagen de archivo para ilustrar sus palabras. Habría sido un aburrimiento. Por eso la animación me pareció la única solución, porque concede una gran libertad imaginativa. La guerra es muy irreal, la memoria es muy ladina, más valía hacer semejante viaje con la ayuda de buenos grafistas". La película, en este sentido, no aspira a ser real, parte de que todo recuerdo es subjetivo, y por lo tanto, nunca refleja la realidad, pero a partir de un conjunto de subjetividades, Folman consigue un mosaico de subjetividades que posíblemente es más objetivo sobre el hecho bélico relatado de lo que sería una noticia en el telediario.



El proceso de rodaje fue complejo y la película necesitó cuatro años para ser realizada: en una primera fase, se recogió información y se entrevistó a diversos veteranos. A partir de toda esta información se realizó un guión, filmado en video, a partir del cual se realizaría un primer montaje que serviría de base a la animación, está realizada básicamente en Flash, aunque sin recurrir a la técnica del rotoscopio, lo cual nos aleja de un efecto meramente realista para sumergirnos en unas imágenes altamente estilizadas, con una estética de cómic debida al diseñador David Polonsky. El director de animación Yoni Goodman propone imágenes que crean una realidad enteramente propia para la película. Las escenas de tipo documental contrastan con imágenes oníricas o recuerdos deformados por la propia percepción de los personajes.

A pesar de la belleza estética de la animación, la historia es dura como la guerra que ha inspirado la película. Folman se propuso justo todo lo contrario a un relato aventurero de gloriosas hazañas bélicas: "la guerra es terriblemente inútil. No tiene nada que ver con las películas estadounidenses. No tiene nada de glamouroso ni de glorioso. No son más que hombres muy jóvenes, que no van a ninguna parte y que disparan contra desconocidos, les disparan desconocidos, y que vuelven a su casa intentando olvidarlo todo. Algunas veces lo consiguen. Pero no ocurre en la mayoría de los casos" lo cual vale no sólo por los veteranos de la guerra del Líbano, sino que se podría aplicar sin problemas a los jóvenes mobilizados durante las muchas guerras del siglo XX... No por nada Folman nos muestra el recuerdo de la Segunda Guerra Mundial del padre de un soldado: un permiso para ver a su família, que debido a la gran distancia a recorrer, se limita a un breve abrazo con su chica en el anden de un tren, tras lo cual sube al tren y regresa al frente. Escena cómica y dolorosa a la vez, ese abrazo-express es uan elocuente metáfora de la deshumanización de la guerra.



Los jóvenes reclutas del Tsahal que invaden el Líbano apenas han salido de la adolescencia, son totalmente inocentes de lo que les espera, están confiados, este es un rito de paso que les convertirá en hombres (no es por nada que vemos a uno de los personajes soñar con una bizarra fantasía sexual mientras es transportado a la línea de frente). Pero los primeros choques con el enemigo les hacen aterrizar de bruces contra la realidad.

Está el joven tanquista que veía la invasión como un paseo ve morir a todos sus compañeros, y como el resto de su columna los deja abandonado creyéndolo muerto como sus compañeros. Consigue zafarse de la muerte por los pelos y tras una épica huida, regresar, totalmente exhausto, con su unidad: en vez de felicitarse por sobrevivir siente que ha abandonado a su columna y a sus compañeros de tanque muertos, siendo él quien había sido abandonado. Se siente culpable de sobrevivir y tener una opción de futuro.



Luego está el soldado que consigue mantener una distancia ante el contínuo espectáculo d emuerte y destrucción, hasta que ve un grupo de purasangres heridos y agonizantes a causa de los bombardeos y la desnutrición. Y se derrumba.

El mismo Ari recuerda su primer permiso. Desconectado por sus experiencias de los civiles que le rodea, ve a jóvenes que, tal vez como él mismo hacía pocos meses antes, matan marcianos en la sala de videojuegos. Para Ari matar ya no es un juego.



Quizás lo más sobrecogedor de la película es cuando vemos a un grupo de mujeres y niños salir de los campos de refugiados de Sabra y Shatila, y uno de los ex-soldados comenta como la escena le recordó las fotos de la rendición del guetto de Varsovia: es como si estos hombres revivieran el pasado de sus padres sólo que, por así decirlo, en el otro bando... pero no, me corrijo, la escena más sobrecogedora de la película es la única de imagen real de toda la película, una patada a las tripas del espectador que le recuerda que lo que se narra en la película sucedió de verdad.

Ari Folman ha realizado un film documental de animación nada complaciente con su pasado, pero es mejor no ser complaciente que olvidar que se fue testigo, o cómplice, del horror. Necesitamos más películas como esta.



Surtido de enlaces:
- Página oficial de la película, contiene amplia información y trailer.
- Página de la Wikipedia dedicada a "Vals con Bashir"
- Artículo de La Vanguardia
- Crítica en The Guardian
- Ficha de la película de los Cines Verdi, contiene información, imágenes y una entrevista con el director

1 comment:

Miquel Gimenez said...

Brutal, efectivamente. muy recomendable.

 
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