English abstract: Baby, it's cold inside
El desembre congelat
m'ha gelat la fava
de tant fred que hi he passat
no me la trovaba
(versión sui generis de un tradicional villancico catalán según la cantaban mi padre y sus amigos en sus años mozos)
Este invierno hace más fresquito que en otros inviernos pasados. Y en mi casa más.
Porque este año no pongo la calefacción.
Ya comenté hace varios posts que recientemente mi escaso sueldo se vió liberado de una antigua -y onerosa- carga. pero el problema es que ahora tengo que hacerme cargo de un nuevo gasto extra impuesto por agentes externos: la mega-derrama del ascensor.
Aquí me teneis pues haciendo horas extras, trabajando en fines de semana y turnos de noche (mira que simplemente podría haber dicho que no, viviendo como vivo en la parte baja del edificio) intentando apurar al máximo mi micro-sueldo de obrera altamente especializada (ese especimen que los empresarios dicen desear, pero que pagan peor que a la mierda)
He reducido hasta la mínima expresión los gastos culturales: mi lista de libros, películas y tebeos pendientes de comprar/ver/leer crece en proporción geométrica... y aún gracias a que, aparte de eso, no tengo apenas vicios. Pero aún así, y como no me da la pastelera gana de pedir otro p*t* crédito cómo el que me quité de encima, pues opto por apretarme el cinturón un bujerito más.
Se puede ahorrar siendo pobre? Poco, pero sí. Algún día dedicaré un post a esa crisis de lo que ahora se habla tanto, que tal vez para los p*t*s ricos de m**rd* sea una circunstancia ocasional, pero que para los pobres es, ni más ni mangas, que nuestro modus vivendi: porque los pobres, señoras y señores, siempre estamos en crisis.
San Wilfrid Robarts bendito,/patrón del elevador,/ haz que me quite d'encima/el gasto del ascensor
Una de las soluciones por las que he optado (porque renunciar a mis tres grapas mensuales es inaceptable) es la de prescindir de poner la calefacción. Cuesta al principio, pero en cuanto te acostumbras a andar con forros polares, prendas de lana y mantitas por casa, ya es otra cosa. En los días que hace solecico suelo salir un rato a la calle y pasear por la acera soleada, en la que estoy mucho más calentita que si me quedara en casa. He de aclarar que en mi piso bajo en interior de manzana, en invierno don Lorenzo no viene ni a dar los buenos días, con lo que al frio ambiental se le añade la falta de elementos que puedan aumentar la temperatura.
El único rincón de mi casa donde se planta cara a la gelidez del resto de habitaciones es el lavabo, pero ya os hareis cargo que ese es el sancta sactorum de cualquier hogar, esa plácida biblioteca en la que además realizamos abluciones diversas. Un pequeño calefactor de aire caliente convierte la estancia en un refugio temporal de mi ártica existencia.
Mi ilusión es que si este plan tacita-a-tacita de café con hielo funciona, este verano podré cantar victoria y liquidar el asunto del elevador, para meterme de cabeza en la próxima derrama que mis adorables vecinos me tienen preparada: la del arreglo de la fachada y la escaleraaaa!! Joder, se me van a ir todos mis ahorros de los próximos años en las p*t*s derramas... ¡no hay derecho! (Gracias a Diso, pues por la Mula Francis y el Tutubo, que parchean mis necesidades culturales)
February is Laughton season in New York!
9 years ago
2 comments:
Amiga, nunca subestimes el poder de echar el ratito en el lavabo pegadito al calefactor. Uno de los placeres más mundanos
Amén a eso, Ternín ;D
Post a Comment