No se si me gusta el caviar. Ya se que hay
a quien le gusta comérselo a paletás, pero nunca he tenido la ocasión de catarlo, cosas de ser mileurista/inframileurista, un status que sin duda a tipos como
Isak Andik o
Juan Rosell les parece una vida de un lujo insultante más propia de un sátrapa oriental que de un currito como Dios manda. No sé si ellos han probado alguna vez el caviar beluga pero tengo la ligera intuición de que puede ser que si.
Sin embargo, no haber probado el caviar no me altera el ánimo, ya que, si he de fiarme de la descripción de
Ivá, no me estoy perdiendo nada del otro mundo: en una historieta en la que Makinavaja se cuela en una fiesta de ringo rango, su colega Popeye, tras probar una tosta con huevas de esturión, ofrece disgustado el siguiente veredicto,
"¡Esto sabe a chichi de puta mal lavao!", tras lo cual, una se queda feliz y contenta de ser una chica humilde de las de bocata de sardinas.
Lo que no quiere decir que una no tenga sensibilidad gastronómica, que la tengo: a mí, por ejemplo, me gustan los churros, pero mucho. Aunque sea una cosa nada recomendada por médicos y dietistas, es una delicia apta para todos los públicos y que esperemos que
no sean exageradamente deconstruidos por la modernidad gastronómica (Mientras no los toque Ferran Adrià,
mes amis et amies, podemos estar seguros de ello). Pues eso, que me gustan los churros y las porras (las de comer, no
estas) y que de tanto en tanto me doy el gusto de desayunármelos.
Pues bien, en una de estas ocasiones estuve charlando con mi churrera de cabecera sobre la crisis. Ya saben que esta crisis la tenemos porque los pobres hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y tal, o al menos eso nos aseguran, un día si y al otro también, la oligarquía económica y sus esbirros como si fueran un disco rayado. La churrera tomó el negocio de una pareja que se jubilaba y además de seguir haciendo churros y porras, ha renovado el local, ha puesto terraza y ha ampliado la carta, ofreciendo también crêpes. El caso es que base de mucho trabajo ha mantenido el local a flote en estos años: Hablando sobre la crisis, ella me explica que claro que la ha notado en los últimos años, que hasta una cosa tan modesta como el churro pasa a ser un pequeño lujo y que la gente ya no compra los fines de semana como solía.
Entonces, se me acerca para hacerme una confidencia:
"mira, te podría hablar de unos clientes que...", se para y baja la voz
"... Una familia que eran clientes míos, antes de la crisis, venían todos los domingos a comprar un paquete de churros para almorzar con sus hijos", pausa, mira que no va a entrar nadie en ese momento y prosigue:
"Al llegar la crisis dejé de verlos hasta que un día... Hasta que un día vi a los padres buscando comida en un contenedor" me confiesa con tristeza.
Ahora háganse un mapa de la situación: la gente, que es derrochona, va comprando churros por encima de sus posibilidades y claro, por su culpa la economía se va al carajo.
No estamos en crisis porque
alguien dijo en su momento que este era el país europeo donde era mas fácil hacerse rico y para demostrarlo desahució la industria de tipo productivo para crear una economía de base financiero-especulativa sólo apta para tiburones.
No estamos en crisis porque alguien dijo que iba a liberalizar la economía para que el libre mercado hiciera fluir la riqueza, y por ello entendió que le tenía que
regalar las empresas a antiguos compañeros de pupitre (y ya pueden imaginarse hacia qué bolsillos fue a fluir la riqueza).
La crisis no viene de ahí, no señor, aunque haya gente
que le enseñe la alpargata a los arquitectos del pelotazo, a donde vamos a parar, ya tienen razón nuestros próceres y sus voceros de la prensa de decir que eso de enseñar la alpargata a la gente es de muy mal tono, lo que hacen las personas educadas y finas
es estafarle a la gente sus ahorros de toda la vida. Posíblemente, estos ahorradores estafados serían más maleducados que el diputado Fernández, y de tener al estafador ante sus narices, no le enseñarían la alpargata sino que se la incrustarían por algún orificio corporal (Pista: no sería por la Trompa de Eustaquio) para acto seguido embrearlo, emplumarlo y expulsarlo con gran jolgorio del término municipal. Gente bárbara y sin modales, ya les digo. No, hay que ser cortés con estos caballeros estafadores: lo que hay que hacer es darles luna segunda oportunidad
para que sigan esquilmando a incautos.
Que estamos en crisis
porque la gente se compraba churros los domingos...¡Acabáramos!