Pasados los días de polvorones y los turrones, andaba reflexionando sobre la primacía de los anuncios de perfumes, que parecen formar el contingente más notable del bombardeo publicitario navideño (en horario de máxima audiencia, se entiende, ya que en el infantil siguen reinando los pérfidos anuncios de juguetes). Siempre se me ha antojado un tanto curiosa esa preeminencia publicitaria de las fragancias de diseño... ¿Por qué? ¿Por qué tanta colonia? ¿Acaso la gente se ducha menos en esas entrañables -pero invernalmente heladoras- fechas y es una manera de camuflar las pocas ganas de asearse? Esa era mi primera hipótesis, pero claro, entonces veo que en los anuncios de colonia van las señoras y los señores, no sé, pues como pidiendo guerra, y he llegado a la conclusión de que los publicitarios quieren colarnos el mensaje de que precisamos echarnos chorretones de colonia por encima si nuestro objetivo es fornicar cual lepóridos.
Y divagando sobre el tema, pues se pregunta una ¿Qué es lo que me atrae de los hombres? ¿Necesitan realmente rociarse con extracto de caca de cachalote para resultarme atractivos o soy capaz de apreciarlos por su belleza interior? ¿Ayuda si son fuertotes y peludotes o les dejo depilarse ni que sea el entrecejo? ¿Los prefiero brutos o sensibles? ¿Les dejo llevar chanclas con calcetines de tenis o sólo les acepto si llevan oxfords con calcetines oscuros de algodón egipcio? Ach, Männer, Männer... Con el fin de aclararme las ideas, he decidido hacerme una lista surtida de hombres para determinar la esencia de l'eternel masculin en la que habrán hombres terribles, hombres atractivos y tambien hombres... *sigh* terriblemente atractivos.
No estan todos los que son por falta de tiempo y espacio, pero sirva como muestrario de preferencias personales: si les parece una selección bizarra, que le vamos a a hacer, la verdad es que me trae sin cuidado, que después de ver como muchas mujeres a mi alrededor declaran con entusiasmo haber disfrutado de (urgh...) "50 ñordas de Grey", que básicamente es un cutre-fan-fiction de una saga ¿literaria? vampírica más mala que un dolor de barriga, una se ha quedado sin complejos y se considera una persona de gusto exquisito cual porcelana de Sevres ¡Hala!
Charles Laughton
Come on baby, light my fire
Si es Vd. un visitante habitual, sabrá que este hombre preside mi Panteón particular: Atrévase a minusvalorarlo y le voy a emplazar a discutirlo en la calle, eso si, respetando las reglas del Marqués de Queensbury (pero ninguna más, que lo sepan).
No me voy a centrar en su más que notable trabajo como actor y director, es algo sobre lo que supongo, es más, **espero** que Vdes. ya están informados, ejem, así que me voy a centrar en su faceta de héroe homérico luchando contra los designios de los dioses: Porque este hombre no estaba destinado a ser lo que fue y se lo tuvo que currar cuesta arriba. Sus padres eran hosteleros y a base de mucho trabajar pasaron de tener una fonda de estación a uno de los mejores hoteles de la turística Scarborough, y Charlie, como primogénito, estaba destinado a seguir al frente del negocio, pero a él no le iba la hostelería, lo que le gustaba era el teatro: Los empleados del hotel recordarían las devastadoras imitaciones que su joven gerente hacía de los clientes más difíciles (una forma curiosa de terapia en el entorno laboral) (1).
Tuvo que ser una debacle la que le hizo plantearse el teatro en serio: Él diría años más tarde que lo que puso en marcha su carrera de actor fueron "la guerra y un acto de Dios". La referencia a la guerra es un tanto críptica y no tengo más datos respecto a cual fue su particular epifanía en las trincheras de Picardía ¿Fue la percepción de que la vida del comediante no es tan precaria si la comparas con la total incertidumbre que experimenta un soldado en las trincheras? ¿Tal vez, como el protagonista de Los viajes de Sullivan, experimentó el efecto positivo de una buena pantomina en el ánimo decaido del combatiente? Yo especulo que tal vez el destino truncado de un antiguo compañero de estudios con grandes dotes de actor le hizo ver que si él había sobrevivido a los gases tóxicos o las ametralladoras alemanas, tenía que aprovechar la ocasión que el destino la había dado (ocasión negada a incontables hombres de su generación).
Aún así, se limitó por el momento a la escena amateur, creando fricciones en su familia, que consideraba el hobby del heredero como una pérdida de energías... Y aquí llega el "Acto de Dios": Su hermano Tom, en funciones de mediador entre él y sus disgustados padres, le espeta que si él fuera el mayor se tomaría sus responsabilidades más en serio: Charles ve que se lo ponen huevo y nunca Esaú aceptó con mayor alegría un plato de lentejas, ya que Charles le cede sin pestañear a Tom su derecho de primogenitura. Tom queda tan sorprendido que con su mejor buena fe le ofrece a Charles guardarle el sitio hasta el día en que se canse de la farándula... La respuesta de Charles es contundente "Nunca volveré Tom, antes me encontrareis tirado en una alcantarilla" y sale al encuentro de su destino sin mirar atrás. Por supuesto, no acabó tirado en una alcantarilla.
Baste con añadir que, luciendo un físico con el que cualquier otro actor se hubiera contentado con llevar a cabo una carrera de característico, Laughton llegó a ser estrella de primera magnitud haciendo papeles de protagonista, tanto en Hollywood como en su Inglaterra natal. Su espectacular éxito, por cierto, topó con cierta reticencia por parte de una buena parte del establishment teatral británico. En la temporada del Old Vic 1933-34, por ejemplo, Laughton renunció durante un buen número de meses a sus suculentos emolumentos californianos para hacer realidad uno de sus sueños de toda la vida: interpretar a Shakespeare en el Old Vic, templo del teatro no comercial, y pese que Laughton fue capital en conseguir una buena afluencia en taquilla y también a conseguir financiación extra de terceros (2), fue tratado de manera bastante discutible por los snobs del consejo regente del teatro, que resentía la presencia en sus sagradas tablas de "una estrella de Hollywood" (sin tener en cuenta que lo que había llevado a Laughton a triunfar en la costa del Pacífico era precisamente su alta competencia como actor teatral en Londres y Broadway).
Hoy, por supuesto, en el Old Vic están encantados de estar dirigidos por Kevin Spacey, que curiosamente es un actor de cine, americano y estrella de Hollywood. Lo que se debe estar riendo Charles, desde el Olimpo, y ya saben, quien rie el último...
Germain Grandpin
"Tudieu!! Ventre de biche!!"
Cuando lo conocemos por primera vez en la serie "Masquerouge", Germain es el servidor y acompañante de la joven baronesa Ariane de Troïl: paternalista y gruñón, su cruz es ser rescatado de continuo por la misma Ariane, quien siempre lo saca de apuros oculta bajo una capucha roja, y es lo suficientemente sensible como para no desvelar su identidad y hundirle la moral al pobre Grandpin. Parte Sancho Panza, parte Capitán Haddock, los autores Cothias y Juillard nos lo presentan posteriormente en "Las 7 vidas del gavilán" bajo una óptica bastante menos amable, mostrándonos su juventud de soldadote bravucón y pichabrava en la Guardia Real, en donde llega a lo más alto y cae a lo más bajo: Pasa de acompañar como guarda personal a Henri IV en sus visitas a lupanares parisinos(3) a ser encarcelado por no haber evitado la muerte del Borbón a manos de Ravaillac.
Al salir de prisión, Germain decide dejar atrás el aire malsano de la ciudad y marcha a las provincias, hacia el castillo del señor de Troïl, con la idea de ponerse a su servicio. En el camino encuentra a una damisela en apuros a punto de ser forzada por dos bribones. Nuestro matamoros, despues de liberarla de tan deshonroso infortunio, no tiene mejor idea que tomarse como recompensa la virtud de la moza... Pero ¡Oh! La muchacha resulta ser Ariane, la hija del Barón de Troïl (Cagada pastoret!), quien decide callar la afrenta para chantajear a su acojonado visitante y obtener clases de esgrima a cambio. Tras una reyerta local que deja a la chica sola en el mundo, Germain se autodesigna protector de la moza, por no fallar a la promesa hecha al Barón de protegerla, por arrepentimiento de habersela pasado por la piedra sin su consentimiento y tambien, para que negarlo, porque está fatalmente encoñado con la joven baronesa.
Ariane desaparece al ir enfrentarse a su predecesor bajo la máscara escarlata, que no es ni más ni menos que el antiguo mentor de Germain en el ejército, el bravo pero torturado Gabriel de Troïl. Para complicarlo todo más, resulta que Gabriel es tambien el verdadero padre de la baronesa. Germain atravesará el Atlántico nada menos que tres veces para aclarar lo que pasó con ella y acabar por reencontrarla (detalle que le debemos a Juillard que le insistió a Cothias no dejar el destino de ambos en manos de Léonard Langue-Agile), por si el detalle de cruzar el charco tres veces no os parece lo suficientemente épico, digamos que una vez vuelve a ver a Ariane, Germain renuncia a ella por que está casada con su amigo Beau, aún sabiendo que a Beau le va más la carne que el pescado... Con lo cual la epopeya se podía seguir complicando hasta extremos inverosímiles si no fuera porque nuestros tres personajes son lo suficientemente razonables como para ver las ventajas largo plazo de un menàge-a-trois bien planteado, y de paso asumir el legado justiciero del Gavilán/Masquerouge. Por cierto, dudo que tal situación se hubiera planteado con tanta naturalidad si el tebeo se hubiera creado o publicado en otro pais que no fuera Francia: ¡Tome nota de la sabiduría de sus autores de BD, Monsieur Hollande!
Aprovecho para decirles que Cothias y Juillard vuelven a reactivar la saga del Gavilán con una tercera entrega, de nada.
Cary Grant
Macho, macho man!
Si vuestros padres os regañan algún día y os dicen "¿Sabes como acabaras si no te aplicas y no acabas los estudios?" siempre les podeis contestar que si, que podeis acabar debajo de un puente, pero tambien podeis acabar como Cary Grant.
Archibald Alexander Leach abandonó su Bristol natal sin acabar la secundaria para unirse a una troupe de saltimbanquis y más tarde convertirse en, posiblemente, el hombre más elegante del mundo, el galán más galansote y una de las más rutilantes estrellas del firmamento de Hollywood: No es desaforado buscar la sombra de Cary Grant en modernas recreaciones del dandy como Don Draper, aunque no dejan de ser pálidos reflejos... En honor a la verdad hay que decir que hasta a Cary Grant hubiera gustado ser Cary Grant(4).
Pero como Zamora, Cary Grant no se hizo en una hora. Al llegar a Hollywood, Archie no era más que una de los muchas caras bonitas que aspiraban a hacerse un lugar en la meca del cine: la forja de Cary Grant fue lenta pero sólida. El joven Grant se deja querer y se deja asesorar, entre sus mentores encontramos, por ejemplo al diseñador de vestuario Orry Kelly o la explosiva e inteligente Mae West, que supo ver el diamante en bruto que tenía enfrente y procedió a encarrilar al joven aspirante de camino a mejores empresas.
Grant encuentra finalmente su filón en la comedia. Considerado por las actrices con las que trabajaba como una perfecta pareja cinematográfica, él sabe complacer a sus damas de la pantalla y se construye una imagen de pícaro encantador, cuando no de despistado encantador, siempre irresistible, capaz de soltar diálogos cual metralleta o tartamudear al ritmo exacto para que sus partenaires puedan insertar su réplica en el hueco preciso.
Aunando su adquirida elegancia y su entrenamiento juvenil como volatinero, Grant crea el personaje del ganso adorable, que nos enamora pero que también nos hace reir, alguien que aun siendo un hombre al que se supone misterioso y peligroso, nos relaja tanto que al final no nos importa lo más mínimo que haya puesto matarratas en el vasito de leche. Mientras a otras estrellas les producía un horror cerval traicionar su imágen de ídolos impecablemente masculinos, a Grant no le quitaba el sueño aparecer en situaciones ridículas o ser el macho sobrepasado por hembras que llevan los pantalones com más aplomo que él. Nadie tropieza y se pega un trompazo con más gracia que Cary Grant, y eso le hacía más atractivo que muchos galanes que nunca se atreverían a ser vistos resbalando con una piel de plátano en la pantalla.
Cary Grant haciendo el ganso. Observen esa expresión de Ingrid en plan "¡Te vas a enterar cuando lleguemos a casa!"
Eric von Stroheim
Stroheim en "Esposas frívolas", pidiendo candela
Como en el caso de Cary Grant, Stroheim creó a su propio personaje, aunque mientras Grant recibió alguna sugerencia para construir al suyo, el personaje de Stroheim se debe entera y únicamente a su propia mano: En Ellis Island, el joven Eric deja de ser hijo de un sombrerero judío para convertirse en un ex-oficial de caballería de sangre azul, y por supuesto gentil, el hombre marcial y refinado que Stroheim nunca pudo ser en Viena.
Aun así, con el "von" recientemente añadido entre su nombre y su apellido, Stroheim pasará sin excesivo éxito por una variedad de trabajos de poca monta hasta que llega a Hollywood a trabajar como extra, donde se convertirá el villano más cotizado del cine mudo. Más allá de sus papeles a las órdenes de otros encarnando al huno implacable y odioso (“the man you'll love to hate”, a decir de los slogans), Stroheim le añadió en sus propias películas matices que hacen de su personaje la encarnación de la Viena (y por extensión, la Europa) que dejó atrás: decadente, brillante, exquisita y perversa, en el cúlmen de su esplendor y al borde del cataclismo.
Su meticulosidad para los detalles, y su tendencia en hacer las cosas a lo grande le granjearían la enemistad de los productores: La reproducción del casino de Montecarlo en "Esposas Frívolas" fue tan costosa que pese al exito de la película, sus siguientes producciones nunca constarán con la total aprobación por parte de las cúpulas de los grandes estudios. La mutilación en la sala de montaje de "Avaricia" certifica el divorcio definitivo entre sus aspiraciones artísticas y los designios de los magnates de Hollywood, y sólo dirigirá tres películas más, continuando su carrera como actor en producciones europeas y americanas. El Hollywood santurrón que impone el código Hays no dejará espacio para Stroheim y su descarnada visión de la humanidad.
Billy Wilder le dió la oportunidad de volver a ponerse tras la cámara, aunque en la ficción, en uno de los finales más acongojantes de la historia del cine: no sé que me desgarra más en esta escena, si la locura de la Desmond, las inesperadas lágrimas de la despiadada Hedda Hopper o Eric von Stroheim diciendo Por última vez "Cámaras... Acción!"
"Life can be strangely merciful..."
P.D.: Ya que estamos metidos en harina, declaro que "Avaricia" debería emitirse en horario de máxima audiencia, e incluso en horario infantil, cuanto menos una vez al año, Tal vez así nos libraríamos en el futuro de burbujas inmobiliarias, burbujas financieras y otras trampas similares en las que cae gente poco avisada de los peligros de la codicia.
William Gull
"Mumble, mumble, ¿En dónde me había quedado?"
Me refiero, por supuesto, al doctor pergueñado por Alan Moore y Eddie Campbell en su magna ficción victoriana "From Hell". Eddie Campbell ya se ocupó de puntualizar la diferencia entre el sombrío villano de su obra y William Withey Gull histórico: "Siempre quise imaginar que nuestro William Gull es una ficción que casualmente comparte nombre con alguien que realmente existió".
Más que un prototipo masculino, Gull es el guardian de las esencias de la masculinidad ¿Que las sufragistas empiezan a cuestionar la preeminencia del macho? Pues nada, aprovecho que Victoria Regina me encarga tapar un asuntillo de faldas de la familia para realizar un acto ritual que asegurará la supremacía de los dioses solares, hala.
Descrito por lain Sinclair como "Sidney Greenstreet tras un cursillo en la Abadia de Thelema", Gull es un tipo inquietante que bajo una superficial bonhomía, no puede ocultar que, en palabras de Moore, ve al resto de la humanidad como simples paramecios. El buen doctor suelta hipnóticas peroratas sobre la arquitectura de Londres mientras admira los obeliscos que en petrificada erección honran a los dioses solares. Bajo su impecable indumentaria de cirujano real, da la impresión de tener sus pies echando raices hacia un lugar oscuro y profundo que ningún hombre cuerdo se aventuraría a hollar, porque Gull no es un hombre cuerdo, es un demente poseído por su misión, absorto y maravillado cuando es presa de las visiones que tiene cada vez que comete un asesinato: Como un druida en trance, cuchillo Liston en mano, Gull ejecuta a sus víctimas con la curiosidad del científico y la brutalidad de una bestia calibanesca.
Quizas lo peor de todo ello es que llegamos a compartir su perturbada visión, y somos abducidos por ella: Cuando él arenga, con las mangas ensangrentadas, a los indiferentes oficinistas del siglo XX, nos dan ganas de subirnos con él a la mesa y despertar a esa panda de zombis, aun sabiendo que no es una mesa, sino una humilde silla en ese mísero cuartillo de alquiler en Miller's Court que él ha convertido en epicentro del horror, "Your days were born in blood and fires, whereof in you I may not see the meanest spark! Your past is pain and iron! Know yourselves! ... I am with you always!". Junto con él somos cegados por esa luz deslumbrante en la cima que ha alcanzado, sabiendo que sólo nos queda regresar al valle oscuro tras la revelación en la cumbre, presos de una melancolía de corte postcoital tras el crimen.
Quizás la más inquietante revelación que nos hace Gull es cuando nos explica porque no podemos despreciar a los dioses, porque los dioses existen dentro de nuestro cerebro: ante la potencia de tal argumento he de decir que tuve que dejar de ser atea tras leer "From Hell": "The only place Gods inarguable exist is in our minds where they are real beyond refute, in all their grandeur and monstrosity. What's Mars but mankind's violent attributes personified? Or Aphrodite, save mankind's desires?"
(Por cierto, ojo si vais a ver la Pseudo-adaptación fílmica del cómic de Moore y Campbell: el guionista, con Ian Holm como cómplice, reducen al descomunal Gull del cómic a una especie de Hobbit que aspira ser el favorito del profe, sin el tour londinense, sin la arenga a los chupatintas del futuro, ¡Qué manera de echar a perder un personaje, por Jahbulon! )
George Sanders
Sofisticado hombre de mundo, mirándote de arriba a abajo
Para el cinéfilo, siempre será Addison DeWit, el crítico de teatro absolutamente destroyer aunque impecablemente exquisito en sus maneras, un tipo enormemente cínico y tan cabrito como elegante, aunque quizás el marido desganado de "Viaggio in Italia" sea tambien un personaje cercano a su propia esencia.
Aunque muchas biografías le definen como británico, Sanders era Ruso de San Petersburgo: sus padres pernetecían a acomodadas familias británicas asentadas en Rusia. No estaría de más mencionar los orígenes de su padre, que según el propio George, "llegó por correo", y a decir de su hermana Margaret, era en realidad el resultado del desliz de un aristócrata de alto rango que fue dado en adopción... De ser así, y dado que los Sanders tuvieron que abandonar Rusia durante la revolución, George tiene algo de príncipe destronado: Para él, el recuerdo de su despreocupada infancia será el de una Arcadia perdida e irrecuperable(5).
Tal vez de ahí esa patina de tipo poco interesado en el devenir de las cosas y poco inclinado a implicarse con el resto de la humanidad. Hombre cultivado, dominaba a la perfección varios idiomas y otras artes, de él diría Noel Coward "tiene mas aptitudes que ninguno de nosotros, pero no las usa", y efectivamente, George parecía hacer lo justo y dejarse llevar: declaró haber llegado a la profesión de actor "por deriva", y soñaba con que las ganancias que le reportaba su trabajo como actor, bien invertidas, le permitirían jubilarse temprano y disfrutar de una madurez tan dorada como lo era el recuerdo de su niñez.
Esto fue lo que hundió, ya que sus proyectos de grandes negocios no solían tener una base muy práctica ni socios muy fiables: de hecho, sus sólidas ganancias en el cine se echaban a perder en planes un tanto desquiciados: James Mason explicaba un proyecto inmobiliario que se quedo en croquis, otra idea atribuida a Sanders -se non è vero, è ben trovato- era casarse con su ex-novieta Dolores Del Rio y, aprovechando su enorme popularidad en Mexico, presentarla como candidata a la presidencia, con él de primer caballero, claro.
Las muertes de su hermano(6) a causa de sus excesos con el alcohol, así como la de su segunda esposa(7), a quien George adoraba, a causa del cáncer, más la pérdida de sus ahorros en un negocio ruinoso y una baja disposición de ánimo para enfrentarse a los achaques de la edad, generaron un estado de ánimo que le llevaría a poner fin a su vida en un lugar extraño tan lejos de California como de San Petersburgo: Castelldefels.
Por cierto y para finalizar: La nota oficial de suicidio de Sanders ha sido citada hasta la saciedad, por lo cual citaré la otra nota que dejó para su hermana Margaret y que no ha sido citada en absoluto: "Queridísima Margoolinka. No estés triste. Símplemente me he anticipado a lo inevitable por unos años". El hombre tras Adisson DeWitt no era tan cínico como se lo imaginan.
José Luís Corcuera
"¡Te voy a correr a gorrazos!"
Este caballero ocupó la plaza de Ministro del Interior en aquellos años tan posmodernos en los que se le daba más importancia a un comisario de exposición que a un comisario de policía (Hecho que sin duda contribuía a su expresión permanentemente ceñuda). Su itinerario vital, de delegado sindical a jefe máximo de los guardias de la porra, pinta un personaje con rasgos de Gustav Noske(8), y aún pese a esa aparente contradicción entre orígenes y destino, encajó en el cargo como un guante de seda forjado en hierro(9). En su novela "Sabotaje olímpico", Manuel Vazquez-Montalbán lo inmortalizó con un sosias literario que encarnaba a la perfección la paradoja del personaje: "Y luego diran que la lucha de clases no existe. Hay que impedirla a toda costa y sobre todo desde mi cargo, pero existir, vaya si existe…!"
A grandes rasgos, su perfil concuerda con el del prototípico vizcaino sobradete, un tipo recio que sin duda hubiera encandilado a Madeline Kahn, poseedor de ese indefinible je-ne-sais-quoi que desprenden los tipos rudos y sin desbastar... ¡Ah, esos hombres que llevan tanta testosterona encima que una no sabe como pueden llegar a pasar por la puerta! (Con o sin orden judicial).
Con todo, bajo esa pose de hombre carrasqueño, hay algo que lo hace enternecedor: esa obtusa determinación digna del Sargento Howie a llegar como sea al meollo del asunto, aunque esa misma obcecación le predestine inevitablemente a un nada apetecible acto de (auto)inmolación. En los tiempos que corren, una extraña ese aspecto de un político que cuanto menos sabía conjugar el verbo "dimitir" y era capaz de atender una rueda de prensa a pelo y no vía televisor de (ecto)plasma.
Lo que son las cosas, el actual ministro del ramo, Fernandez-Diaz, ese hombrecillo pío de gesto compungido (es lo que tiene elevar el cilicio a la categoría de accesorio de moda) se ha empeñado en dejar a nuestro viril ex-ministro como una nenaza, promulgando una ley anti-ciudadana en la que, por ejemplo, lanzar tartas alegremente será castigado con rigor Latveriano: Puestos a imitar a paises centroeuropeos imaginarios ¿por qué no tomamos como ejemplo el más risueño reino de Carpania?.
Oscar Levant
"There's a fine line between genius and insanity. I have erased this line" So speaketh the Shambling Mercutio
Oscar Levant fue conocido tanto por su virtuosismo como pianista, como por su persona erudita, sarcástica e irreductiblemente urbanita, así como por entender la neurosis como una de las bellas artes, aunque ello le convirtiera en su propio peor enemigo.
Levant era el menor de cuatro hermanos de una familia de judíos rusos emigrados a la industrial Pittsburgh(10), y como explicaría muchos años después, sus padres, y muy especialmente su madre, daban gran importancia a que sus hijos tuvieran una buena educación (lo cual hizo de Oscar un lector voraz y un hombre ilustrado), una estricta adherencia a los ritos del judaismo ortodoxo y que amaran la música: A Oscar se le asignó el deber de formarse como pianista. Oscar también se tenía que defender en las no siempre acogedoras calles de la capital estadounidense del acero: al no ser un chico de tipo fornido, optó por afilar su lengua y agudizar su ingenio(11).
Cuando el chico de barrio virtuoso del piano llega a Nueva York, se libera las rígidas normas maternas y se zambulle de cabeza en el mundillo artístico de los bulliciosos veinte, en el que conoce a la bohemia de Broadway, el Jazz, unas cuantas chicas Ziegfeld y sobretodo, a George Gershwin, pasando a formar parte de su círculo habitual. Gershwin era un compositor de enorme talento atraido por el jazz. Oscar lo admira ciegamente, aunque un comentario humorístico que George le hace le marcará y escocerá toda la vida: Viajando en coche cama, y ocupando George la litera superior, éste dirá "Litera superior, litera inferior, hete aquí la diferencia entre genio y talento" George está plenamente seguro de su talento y su su obra, y Oscar no: pese a su indudable valía ocultaba una terrible inseguridad bajo su barniz de tipo caustico (lo que tiene ser el hijo pequeño que creció dominado por la presencia materna).
Lo curioso es que Levant era mejor considerado como compositor por sus colegas americanos que Gershwin: Fue alumno de Arnold Schoenberg y amigo de Aaron Copland, componiendo varias complejas obras de música contemporánea bastante bien recibidas en su momento... A pesar de ello, Oscar se consideraba inferior a Gershwin y le dolía que sus contemporáneos contemplaran a George como un compositor de obras ligeras. Ya en vida de Gershwin, Levant fue uno de sus principales intérpretes, y tras la temprana muerte de éste, Oscar dedicaría una gran parte de su trabajo como intérprete a mantener viva la memoria de George en las salas de concierto.
Demasiado vital para limitarse sólo a la música, Oscar se dedicaría también a trabajar en cine (como actor y compositor de bandas sonoras) y en radio. Esta sobreocupación le causaría un ataque al corazón que tendría consecuencias fatales: El fumador y cafeinómano contumaz se convirtió en un adicto a medicación que le recetaron para recuperarse, y luego a otras pastillas similares y/o substitutivas. Levant ya tenía un punto neurótico e hipocondríaco que se acentuaría en esos años en los que alternaría su trabajo con ingresos en sanatorios, digamos que la vida de Levant vendría a ser la versión genuina y hardcore del personaje que años más tarde encarnaría Woody Allen, aunque Allen es, en comparacion, un poseur disneyano: Levant le da, en este aspecto, sopas con honda.
Náufrago de si mismo y con el cuerpo y la psique destrozada, aun era capaz de recomponerse (con el inestimable apoyo de su esposa June) lo justo para aprovechar las pausas entre ingreso e ingreso en clínicas con conciertos, películas, presentar su propio programa de televisión y disparar contundentes epigramas dignos del otro Oscar. Cascado pero imparable, aunque cada vez más reclusivo, Levant se apaga poco a poco hasta el punto de que en alguna rara y tardía asistencia a algún evento público causa la sorpresa de algun desinformado que ya le daba por desaparecido.
Todo esto y mucho más lo referiría el propio Levant en unas francas y descarnadas memorias en las que se contemplaba a si mismo con muy poca compasión: ofrecen una visión excepcional del interior de una mente desquiciada y genial, pero capaz de observarse a si misma con perspicacia y un brutal sentido del humor... Si alguna ves se piensan que andan joidillos psicológicamente, las memorias de Levant son la mejor medicina, es leérselas y pensar "¡Buf, lo mío no es ná!"
Gene lo ve todo de color de rosa, Oscar está más resabiao
Luis Mariano
Doble gustirrinín: Luis Mariano retratado por René Gruau
Mi madre (q.e.p.d.) siempre que en alguna película salía un actor bien plantado, moreno y con cejas potentes, solía decir admirada "Tiene cara de vasco". Para entendernos, un tipo de mozo que podía ir de Rock Hudson a Ricard Conte, y por mucho que le dijera que el actor en cuestión era de ascendencia italiana o irlandesa con un cuarto de sangre Cherokee, ella erre que erre, siempre pensaba que en el arbol genealógico del actor en cuestión debía haber una gota de sangre vasca proviniente de algún euskaldún perdido por el lejano oeste.
Luis Mariano era el ejemplo primordial de lo que mi madre consideraba "tener cara de vasco". Mariano marchó de su Guipuzcoa natal a Francia durante la guerra civil con su familia y allá se quedó para trabajar y triunfar espectacularmente como cantante. Es muy típico de aquí decir que Francia "se apropia" de nuestros artistas, aunque no se suele tener en consideración que Francia simplemente aprecia a los artistas a los que aquí ninguneamos. Somos muy dados a maltratar a nuestros mejores cerebros y talentos, y luego quejarnos de que se han ido cuando han triunfado en el exterior. Encima, de propina, les tenemos una envidia malsana.
En palabras de Henri Bourtayre: ..."voz de terciopelo, físico agradable, sonrisa deslumbrante. Talento de múltiples facetas, hablaba varios idiomas, diseñaba sus decorados, su vestuario, los planos de sus mansiones e incluso escribió la letra de algunos de sus cantables. Jean Gabin dijo que hay artistas a quienes se admira y otros a quienes se ama. Luis Mariano pertenecía a las dos categorías"... En resumen, un tipo inteligente y cultivado. Así entre nosotros, es evidente que en la España ultracatólica, militarota y oligárquica un personaje sí estaba fuera de lugar, que caray: En Francia, hasta una opereta ambientada en un convento tiene más picardía que una zarzuela ambientada en pleno carnaval.
Luis Mariano fue príncipe de la opereta en una sociedad republicana y laica, que supo apreciarle por sus capacidades y no como pasa en otros lugares en los que se suele ser príncipe por simple cuestión de genética.
The Arrow Collar Man
*Sigh*... Be still my beating heart!
En los plácidos principios del siglo XX, antes del Primer Gran Desastre, Joseph Christian Leyendecker, pintor e ilustrador portentoso de trazo briosamente Halsiano, creó para la Cluett Peabody & Company, fabricantes de camisas, el icónico Arrow Collar Man.
El personaje se convirtió en la encarnación del americano ideal: joven, distinguido, vigoroso, instruido, autosuficiente y condenadamente atractivo, de mirada fieramente determinada y a la vez melancólicamente soñadora... El hombre con clase al que aspiraba convertirse cualquier comprador de los cuellos Arrow, el hombre por el que suspiraban las chicas Gibson.
Entre los modelos que posaron para Leyendecker, el más habitual e identificable de ellos, el Arrow Collar Man por excelencia, era Charles Beach, convertido por Leyendecker en arquetipo ideal del macho estadounidense. Curiosamente, la Cluett Peabody & Company, los compradores de cuellos Arrow y las chicas Gibson ignoraban que el fermoso y fornido Beach también era la pareja de Leyendecker.
A eso le llamo yo meter un gol por la escuadra: ¡Bien joue, Mr. Leyendecker!
Notas:
1) Fuentes: Básicamente, mi vasta Laughtonteca.
2) Laughton incluso aprovechó para él y sus compañeros del Old Vic parte del vestuaria utilizado en "La Vida Privada de Enrique VIII", que había rodado recientemente.
3)No olvidemos que Henri IV fué el primer Borbón que llegó al trono de Francia ¡Lo que le va la marcha a esta dinastía, pardiez!
4) Cuando un entrevistador le dijo que "A todo el mundo le gustaría ser Cary Grant", él respondió, "¡A mí tambien!"
5) Fuentes: la autobiografía de Sanders, "Memoirs of a Professional Cad", así como "George Sanders: An Exhausted Life" de Richard VanDerBeets, "A Dreadful Man" de Brian Aherne y "Before I Forget" de James Mason.
6) Tom Conway, que sucedería a George como protagonista de la saga "The Falcon".
7) Benita Hume, viuda de Ronald Colman: Todo Hollywood se quedo a cuadros cuando Benita, que había sido la esposa del Perfecto Caballero de la Pantalla, se casó con el hombre que encarnaba al Perfecto Canalla.
8) Tiene tambien algo que me recuerda al personaje de Malyuta Skuratov, tal como aparece en las dos partes del "Ivan El Terrible" de Einsestein: al principio de la película es un agitador que interrumpe la boda del joven zar, para luego convertirse en el implacable jefe de la guardia personal de Iván. Por supuesto, tomen esto como una impresión cinéfila superficial y descarten cualquier otro paralelismo con el Skuratov histórico, que era una auténtica bestia parda.
9) Inevitable referencia al pasado siderúrgico de nuestro personaje: Ya sé que es muy manido, discúlpenme.
10) El padre de Levant, por cierto, era de San Petersburgo, como George Sanders.
11) Fuentes, las propias biografías de Levant "A Smattering of Ignorance", "The Memoirs of an Amnesiac" (título-homenaje a "Mémoires d'un amnésique" de Eric Satie, otro músico excéntrico)y "The Unimportance of Being Oscar", así como "A talent for genius. The lfe and times of Oscar Levant" de Sam Kashner y Nancy Schoenberger. Harpo Marx, que fue su amigo, nos ofrece una divertido relato de su relación en su autobiografía "Harpo speaks"
February is Laughton season in New York!
9 years ago