Y miren como recicla: Usa una pistola de martillo ¡Qué apañá! |
Le he tomado prestada a Rita Glyndawood esta encantadora foto de la simpática y sandunguera Jane Russell incitándonos a votar. Si, ya lo sé: votar, dicen los hueletendencias, no se lleva, es un acto viejuno y demodé.
Yo tuve un compañero de trabajo muy majo, muy currante y muy implicado en luchas sociales y de su barrio. Él no era de votar porque sentía que el voto estaba muy mediatizado por las mayorías y él prefería influir en su entorno con sus acciones. Me parecía una persona muy consecuente con sus palabras y lo encontraba francamente admirable. Cada vez que hay elecciones siempre tengo un mini debate con quienes son partidarios de la abstención por razones similares y, como él, gente comprometida con causas nobles.
Sin embargo, recuerdo una vez que mi colega rompió su voto de no votar, y muy sorprendentemente, por una formación mayoritaria por la que nunca le hubiera imaginado votando: él que ni tan sólo votaba a pequeños partidos con poquita representación que más o menos se acercaban a su tendencia política, pero que eran, en su opinión “unos vendidos”, él… pues votó una vez por puro voto útil a un megapartido alfa de mayorías. Tuvo miedo, me confesó, de que ganara el otro megapartido alfa: “De la gran seca a la gran remojada”, como hubiera dicho mi madre.
No quisiera generalizar sobre los abstencionistas, ya que ¿Cómo definimos esa bolsa de gente tan extensa (alrededor de un 40%, con fluctuaciones) cuando ellos, por definición, no se definen? Imagino que entre quienes no votan habrá quien lo hace por convicción, como mi antiguo compañero de trabajo, o por miedo a mojarse o miedo a sentirse defraudado, o por que prefieren ir a la playa (o la montaña) ese día, por que ya les está bien como están las cosas, o porque no les esta bien como están las cosas, pero se la suda todo, o tal vez por pura y simple pereza.
Recuerdo una compañera de trabajo, muy poco interesada por la política, que sin embargo votaba en todas las elecciones: "Yo no me creo a ninguno," me decía "pero mi abuela nunca pudo votar así que voto por los que hubiera votado ella de haber podido”. Ella votaba por reivindicar el derecho que su abuela no pudo disfrutar.
Que por supuesto, la democracia, tal como la conocemos por aquí, tiene sus trampas: la falta de inversión en educación se manifiesta en esas personas que declaran que votarían a una moza cuya fama se debe a haber estado coyundada con un destripabueyes, o que votan, e incluso se presentan en una lista, sin haberse leido el programa electoral, o esas abuelas que votarán a un guapito con pinta de yerno ideal pero cuyo programa reclama el recorte de sus pensiones… No hablemos ya de la Ley Electoral, las proporcionalidades que favorece la Ley d’Hondt y los presupuestos de partidos que saben que una campaña espectacular bien financiada da muchos más votos que un programa bien razonado (suena triste pero, oigan, eficacia demostrada, sobretodo para quien financia esas campañas y luego se cobra el favor).
Pese a estos peros, creo que la gente que desecha su opción de votar lo hace con demasiada alegría y más cuando votar, en tiempos pasados, era algo que no estaba al alcance de todos. Cuanto todos éramos vasallos, no se podía votar, y cuando se votaba, el voto estaba reservado para varones cualificados por su riqueza y estatus social: para votar tenías que ser propietario.
El voto no fue cosa de todos los hombres hasta la implantación del Sufragio Universal, en el Siglo XVIII, aunque en un país que siempre ha presumido de democracia como los Estados Unidos, ese derecho no estuvo al alcance de hombres no blancos hasta la segunda mitad del siglo XIX. Las mujeres no obtuvieron ese derecho en Occidente hasta el siglo XX, y en España aún no se ha cumplido el siglo del voto femenino (y creoque le tendríamos que descontar el hiato de cuatro décadas en el que el derecho a sufragio lo tuvimos suspendido).
Vengo a decir con esto que el derecho a votar no es algo que cayera del cielo, sino algo por lo que hubo que luchar para conseguirlo, como tu semana de 40 horas, tu jubilación o esos derechos (al trabajo, a la vivienda, a la sanidad) que te han ido recortando poco a poco: te han ido desplumando y te das ahora cuenta de que hace frío y no puedes volar.
Vengo a decir con esto que el derecho a votar no es algo que cayera del cielo, sino algo por lo que hubo que luchar para conseguirlo, como tu semana de 40 horas, tu jubilación o esos derechos (al trabajo, a la vivienda, a la sanidad) que te han ido recortando poco a poco: te han ido desplumando y te das ahora cuenta de que hace frío y no puedes volar.
Pienso ahora en la gente a la que el destrozo ocasionado por los saqueadores ha obligado a buscarse la vida en el extranjero: gente a la que le cuesta mucho papeleo llegar a votar por correo, y eso cuando tienen la opción. Mientras que por el otro lado, los saqueadores ponen su papeleta en manos de ancianos con alzheimer, “despistan” el DNI de la gente para votar por correo por ellos, compran el voto con favores meniales, bocadillos, globitos o viajes en autocar…
En fin, tu piensa, por un lado, en Jane Russell, tan salada, pidiéndote el voto, y por el otro, elforoloscoches (ese centro de gravedad permanente del cuñadismo patrio), dicen que «pa qué votá pudiendo 'abstenense'?». En fín, dispón de tu libre albedrío para decidir qué consejo sigues.